El acoso escolar, o bullying, hace referencia a toda conducta de agresión física (como golpear o dañar pertenencias) y/o psicológica (como las conductas de exclusión social, insultos, difusión de rumores, desaparición de artículos escolares) que realiza uno o más estudiantes contra otro u otros de forma repetida e intencional

Las agresiones de carácter psicológico pueden darse también por medios digitales, lo que es denominado cyberbullying, estrategia es muy usada hoy en día.

Dos factores claves del concepto son: acciones que se ejercen constantemente hacia el mismo individuo o grupo de individuos, por ejemplo, una burla ocasional o insulto, aunque puede ser una conducta violenta si genera molestia o disgusto en el otro, no se considera acoso; además, otra característica básica del acoso es que es una conducta violenta intencional, el acosador empuja, esconde los cuadernos, usa sobrenombres con la clara intención de agredir al otro y someterlo, lo cual no puede ser confundido con agresiones generadas en respuesta a algo que el agresor interprete como un ataque o a bromas realizadas en grupo sin intención de hacer sentir mal a otro, este caso se puede diferenciar del acoso por quien se burla deja de hacerlo cuando el agredido expresa que no le gusta ese juego o da muestras de sentirse mal.

El acoso, como todo acto de violencia, implica que un sujeto somete a otro u otros para demostrar su poder y capacidad de controlar a los demás, ejerciendo así el liderazgo en el grupo, de modo que los demás niños y adolescentes del aula deciden seguirlo o hacerse cómplice de sus ataques por temor a convertirse en una víctima más y ser también excluidos.

¿Quiénes son víctimas de acoso escolar?

Por lo general, el victimario selecciona como víctima a todo aquel o aquella que no demuestre interés por seguirlo como líder, pero no todos los alumnos que son atacados se convierten en víctimas reiteradas, o sea no todos son acosados.

Los niños, niñas y adolescentes que se encuentren emocionalmente vulnerables caen en el juego del victimario para convertirse en víctimas reiteradas; también aquellos que cursan con el Síndrome de Asperger suelen ser un blanco predilecto, esto debido a la inocencia que los caracteriza, su dificultad para comprender doble sentido en la comunicación e identificar cuándo está siendo objeto de una burla y su forma particular de vincularse con los demás.

Ahora bien, los victimarios suelen ser hábiles identificando los puntos débiles del otro, algo que incluso, sin saberlo, es apoyado muchas veces por los docentes al destacar públicamente las debilidades y problemas de un niño, acusándolo de distraído o lento, incluso poniéndolo a realizar públicamente aquellas actividades en las que tiene dificultad, como leer o resolver problemas numéricos, dándole así al victimario insumos para ejercer la violencia, ya que partiendo de esa información se aprovecha para agredir y demostrar su poder a los demás alumnos.

El hecho de estar emocionalmente vulnerable y adicionalmente sometido a una serie de ataques que le confirman lo torpe, lo feo, lo distraído, y en general lo distinto que es del grupo, coloca al niño víctima en situación de riesgo de padecer algún trastorno emocional; lo cual se perjudica aún más por el hecho de que él se percibe luchando sólo, pues los compañeros, por temor a ser víctimas, se apartan de él, lo rechazan e incluso en algunos casos establecen alianzas con el victimario para continuar ejerciendo violencia sobre él.

Es por ello que las víctimas suelen presentar trastorno depresivo y un intenso rechazo a la escuela, incluso a interactuar con otros niños de su edad. Poco a poco se va aislando incluso de sus padres, comienza a desconfiar de todos, complicándose aún más su estabilidad emocional y el desarrollo de sus habilidades sociales.

¿Quiénes son los victimarios?

Suelen ser estudiantes que presentan deficiencias en algún aspecto, bien sea en términos académicos o en términos de vinculación con los demás. Aspiran ser líderes, resaltar en el grupo, pero al reconocerse con pocas herramientas personales para lograrlo acuden al ejercicio de la violencia; entonces, aunque resulte extraño, el victimario tiene baja autoestima, lo cual oculta detrás de una fachada de aparente seguridad en sí mismo, entonces su fortaleza emocional es tan débil como la de su víctima, pero él la enfrenta aparentando lo que no tiene. Someter al otro le permite reconocer en sí mismo que si tiene poder y fortaleza.

Por consiguiente, al no lograr identificar en sí mismo habilidades que puedan resultar atractivas para el grupo, como simpatía o capacidad para entender rápido determinada materia, entre otras, busca otras medidas para conseguir sus objetivos, las cuales continúan porque les resultan efectivas.

Una característica presente en muchos de los victimarios es su poca empatía, les resulta difícil identificar el daño que hacen al otro con sus ataques. Por lo general, por su egocentrismo (lo cual no implica elevada autoestima) ignoran las necesidades de los demás, y se avocan a satisfacer las propias, sin tomar en cuenta que por eso le pueden causar daño a otro.

En algunos casos, ellos han sido víctima, o bien de sus padres, hermanos o de otros niños, y dirigen su rabia hacia los compañeros más vulnerables por no poder responder a su agresor; por lo tanto, no siempre el victimario es el monstruo que pintan en las caricaturas o series televisivas.

Estos niños también experimentan dolor, ya que generalmente no logran establecer conexiones o vinculaciones afectivas y sinceras en sus contextos sociales principales, pues quienes consideran sus amigos se relacionan con ellos por miedo o por interés de ser reconocido como popular o con poder, en raras ocasiones se establece una amistad por empatía y afecto. Ellos lo saben, por lo que experimentan soledad e incluso rabia hacia quienes lo rodean por no aceptarlo como es, sino por lo que aparenta ser. Entonces ellos también presentan alteración a nivel emocional y de vinculación social, e incluso su conducta es el resultado de experiencias vividas y aprendizajes adquiridos.

Ahora bien, aunado a la problemática a nivel psicológico, estos niños adquieren una forma socialmente negativa de ejercer el liderazgo, obtener aceptación social y alcanzar sus objetivos, la cual a la larga le traerá consecuencias negativas, como ser rechazado, reprimendas e incluso la prisión.

¿El acoso escolar es sólo un problema de víctima y victimario?

Podría pensarse que sí, pero en realidad es un problema que afecta a toda la comunidad educativa. Nosotros no somos entes aislados y por eso lo que ocurre a uno de los miembros del aula afecta a todos, tanto niños como los adultos significativos de las partes, incluyendo padres de víctimas, victimarios y niños observadores, como los docentes y el directivo.

Los niños que no son víctimas ni victimarios mantienen durante el tiempo de clases un estado casi permanente de alerta, pues anticipan que en cualquier momento pueden ser víctimas; situación que obviamente perjudica su bienestar y nivel de atención hacia las actividades escolares. Además, observar el sufrimiento de un compañero también genera en algunos, cierto monto de dolor e impotencia por considerarse incapaz de ayudarlo.

De sostenerse la situación en el tiempo los niños y jóvenes aprenderán una forma errónea de vincularse con los demás y de ejercer el liderazgo. Aprenderán que es normal y efectivo ejercer la violencia sobre otro para satisfacer sus necesidades.

Por otro lado, los familiares se ven afectados por los cambios conductuales que los niños y adolescentes mostrarán en el hogar, unos se tornarán agresivos y rebeldes, otros se aislarán del núcleo familiar, se mostrarán irritables y llorarán con facilidad.

El hecho de que los docentes no tomen medidas eficaces para intervenir esta situación e incluso para prevenirla, perjudica el vínculo que los alumnos establecerán con ellos; dejarán de percibirlos como figura de autoridad que les ofrezca seguridad y estabilidad, para considerarlos como débiles o poco comprensivos. Esto genera que el canal de comunicación docente – alumno sea bloqueado, favoreciendo que el problema continúe y además entorpeciendo el proceso de aprendizaje.